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Lean esto es intersante.

Tema en 'La taberna' comenzado por Sparqs arquitectos., 19 de Febrero de 2011.

  1. Sparqs arquitectos.

    Sparqs arquitectos. Belicoso

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    Lean esto es interesante.

    El gran especialista y editor español de El Quijote, Francisco Rico, publicó un alegato contra la prohibición de fumar vigente en España. Para fortalecer la impersonalidad del argumento, dijo que él no era fumador y que salía en defensa de los fumadores por los méritos propios de la causa.

    Rico es un hombre conocido y reconocido en los medios intelectuales españoles y quien más quien menos sabe que es un fumador esférico y que, por tanto, se había permitido en su alegato una mentira.

    El asunto provocó algunas críticas y la defensa del escritor Javier Cercas, quien sostuvo que en materia de opinión y aún en materia de información periodística, la imaginación tenía algunos fueros y no todas las mentiras eran censurables, pues algunas añadían más que quitar realidad a lo dicho.

    Es el tema de la famosa pregunta de García Márquez a Kapuscinsky sobre si se debe añadir o no una lágrima al describir el rostro de una muchacha que sufre pero no llora. ¿Añadir esa lágrima inexistente distorsiona o perfecciona el sentido de lo visto?

    Un talentoso y enconado crítico de Cercas, Arcadi Espada, procedió a ejercer el principio permisivo del propio Cercas y generó en su columna del periódico la versión de que Cercas había sido levantado en una redada contra la prostitución en un barrio de tolerancia de Madrid.

    Cercas respondió que el ejercicio de Espada desbordaba los límites del humor e ingresaba en los terrenos de la calumnia.

    La columna de Espada no quería sino ilustrar abusivamente el principio de tolerancia a la imaginación enunciado del propio Cercas. Digamos que para retratar con precisión la malísima opinión que tiene de Cercas, Espada otorgó fueros a su imaginación y puso a Cercas en una situación imaginaria.

    El problema con los fueros otorgados a la mentira intencional en el periodismo es quién pone el límite, dónde el pequeño o gran detalle falso agregado a la realidad, deja de ser un recurso de la imaginación, y se vuelve un expediente simple del engaño.

    Uno diría que el error es abrir la puerta a la imaginación en un espacio donde la imaginación no tiene nada que decir respecto de los hechos, aunque sea fundamental para escoger cómo abordarlos y referirlos.

    La verdad de los hechos es escurridiza de por sí y no hay tal cosa como su descripción objetiva. Pero hay tal cosa como la exageración profesional o la parcialidad intencionada que son las mentiras habituales del periodismo. No hay que añadirle fueros de imprecisión. Con los vigentes tenemos bastante.

    acamin@milenio.com
     
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  2.  
  3. Guevarita

    Guevarita Administrador Miembro del Equipo Moderador

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    Bueno, comencemos primero por poner el artículo de opinión de Rico, por aquello de saber de qué hablamos, porque la verdad, al estar fuera de España no me he enterado de esta pelea o lo que sea. Dicho sea de paso, las polémicas entre escritores en las que se arrean hostia tras hostia en forma de artículo nunca están de más. El bullir intelectual que se dice.


    Teoría y realidad de la ley contra el fumador

    Quizá no por entero, pero en aspectos importantes la "Ley 42/2010, de 30 de diciembre, por la que se modifica la Ley 28/2005, de 26 de diciembre, de medidas sanitarias frente al tabaquismo", etcétera, etcétera, es un golpe bajo a la libertad, una muestra de estolidez y una vileza. Vayamos, brevísimamente, por partes, y en cada una con solo un par de calas.

    Golpe bajo. Dejemos de lado que no pocos de los argumentos contra el tabaco carecen de rigor científico y son simple fruto del desconocimiento, por las actuales insuficiencias de la investigación. (Como cuando hace unos años el aceite de oliva se consideraba malo para el colesterol y se excluía de la "sana dieta mediterránea" en la que hoy tanto se ponderan sus virtudes). Concedamos asimismo que la prohibición de fumar en muchos lugares públicos es una medida juiciosa. En muchos, sí, bien está, pero ¿en todos?

    A los fumadores en ejercicio se les veta la entrada en multitud de sitios, mientras a nadie se le fuerza a ir a los bares o restaurantes que aquellos elijan. ¿Cuál es el problema para que los fumadores -clientes, dependientes y dueños- dispongan de lugares en que los no fumadores sean libres de no entrar? Cada uno puede hacer de su capa un sayo: contra su voluntad no hay por qué protegerlo de vagos peligros. Más de las tres cuartas partes de los españoles da por buena la existencia de locales para fumadores. La ley de marras es una efectiva restricción de la libertad y un estorbo a la conllevancia.

    Estolidez. Los redactores de la ley confirman clamorosamente la opinión que de los políticos tiene la mayoría de los ciudadanos. La torpeza preside en especial la lista de espacios vedados al tabaco. Es patente que el legislador ha ido señalándolos a voleo, según se le pasaban por la cabeza, sin ninguna preocupación por el orden y la congruencia.

    El artículo séptimo, así, cataloga los tales espacios desde la letra a hasta la equis. Al llegar a la erre menciona las "Estaciones de servicio y similares". A continuación, en la ese, introduce una disposición universal y omnicomprensiva: "Cualquier otro lugar en el que, por mandato de esta ley o de otra norma o por decisión de su titular, se prohíba fumar". Parece que ahí debiera acabarse la cosa. Pero no, el inventario vuelve a la enumeración particular: "Hoteles, hostales y establecimientos análogos", etcétera, etcétera. Para acabar majestuosamente: "En todos los demás espacios cerrados de uso público o colectivo". En comparación, la enciclopedia china de Borges es un modelo de lógica: "Los animales se dividen en a/ pertenecientes al Emperador, b/ embalsamados, c/ amaestrados, d/ lechones...".

    De las luces que exhiben los parlamentarios reos del texto baste solo otro espécimen: según el artículo octavo, quien en un hotel quiera el desayuno en su habitación de fumador tendrá que salir de ella para que el camarero se lo sirva y que volver a entrar cuando el camarero salga.

    Vileza. Domina la ley el espíritu persecutorio, en un horizonte de entredichos y busca de culpabilidades ("incluso en los supuestos de infracciones cometidas por menores"), de aliento a la intolerancia y la discordia, y de cerrazón sectaria a la realidad de la vida y de los hombres.

    En la España de otros tiempos se llamaba malsín al que "de secreto avisa a la justicia de algunos delitos con mala intención y por su propio interés". Es un hecho que la ley y las incitaciones de la ministra de Sanidad están abriendo ya la puerta a los malsines. Nada tan fácil como la delación movida por conveniencias innobles, inquinas o malhumores, y anónima o presentada con una falsa identidad: no hay más que enviarla a cualquiera de las diligentes webs que le darán curso sin comprobar (así lo pregonan) "la veracidad de los datos expuestos por el denunciante". No se trata de una presunción: insisto, es ya un hecho.

    Donde la actitud inquisitorial y el celo puritano se precipitan vertiginosamente hacia la vileza es en el nuevo artículo 7 c, que generaliza la interdicción en los "centros, servicios o establecimientos sanitarios, así como en los espacios al aire libre o cubiertos comprendidos en sus recintos". En ningún otro sitio estaría más justificado que ahí fijar lugares y excepciones para fumar (también marihuana). Pero los padres de la patria, hijos de moralinas abstractas y huérfanos de toda comprensión humana, desprecian las personas y las situaciones reales.

    En las cárceles y en los psiquiátricos está autorizado fumar "en las zonas exteriores" o en "salas cerradas habilitadas al efecto". A los viejos y discapacitados se les permite en las áreas ad hoc de los asilos, aunque de ningún modo al aire libre ni en sus habitaciones. Con los enfermos hospitalizados no hay la mínima complacencia. A los padecimientos que comporta verse en tal situación, el legislador añade, ensañándose, la tortura de la abstinencia. "¡Qué escándalo -debe de juzgar-, satisfacer los bajos apetitos de un paciente terminal -de cáncer de pulmón, pongamos- que no piensa en otra cosa que en echarse unos pitillos!". Con absoluta desestima de los datos, de la voluntad y el sufrimiento ajenos, sacrifica al individuo cercano en el altar de un remoto ideal genérico. Líbrenos Dios de los altos principios.

    P.S. En mi vida he fumado un solo cigarrillo.

    Francisco Rico es miembro de la Real Academia Española.
    EL PAÍS 11-01-2011
    http://www.elpais.com/articulo/opinion/Teoria/realidad/ley/fumador/elpepiopi/20110111elpepiopi_5/Tes
     
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  4. Guevarita

    Guevarita Administrador Miembro del Equipo Moderador

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    Se ve que el artículo provocó mucha polémica y muchos "señores y señoritas" escribieron indignados a la "defensora del lector" de El País.


    La impostura de un fumador

    DEFENSORA DEL LECTOR. Un artículo contra la nueva ley antitabaco provoca quejas de los lectores. Las licencias literarias no pueden amparar la mentira en una tribuna de opinión


    Francisco Rico, miembro de la Real Academia Española, publicó el pasado martes día 11 un artículo calificado como furibundo por algunos lectores, en el que, con el título de Teoría y realidad de la ley contra el fumador, considera que la modificación legal es "un golpe bajo a la libertad, una muestra de estolidez y una vileza". Tras afirmar que "no pocos de los argumentos contra el tabaco carecen de rigor científico y son simple fruto del desconocimiento, por las actuales insuficiencias de la investigación", concluye que "domina la ley el espíritu persecutorio" y que "con absoluta desestima de los datos, de la voluntad y el sufrimiento ajeno, sacrifica al individuo cercano en el altar de un remoto ideal genérico". Y termina: "P. S. En mi vida he fumado un solo cigarrillo".

    Rápidamente llegaron al correo de la Defensora cartas de protesta, en su mayoría de médicos. Aparte de algunas consideraciones acerca de si el tono y el contenido del artículo estaban a la altura del nivel habitual de la sección de Opinión, buena parte de las réplicas pueden inscribirse en el marco de la encendida controversia que suele acompañar este tipo de medidas. Pero algunos lectores plantean una cuestión embarazosa: ¿Mintió el autor del artículo?

    "El señor Rico", escribe Daniel Gil Pérez, "se despide asegurando no haber fumado en su vida un solo cigarrillo. Sin embargo, la periodista Karmentxu Marín le define, en una entrevista publicada por su periódico el 30 de marzo de 2008, como alguien que 'fuma como una chimenea'. Su condición de fumador o no sería solo una anécdota si no fuera él mismo el que la utiliza como un claro recurso para dotar de mayor legitimidad a su posicionamiento. ¿Sería posible que nos aclarara la verdad sobre el tabaquismo actual o pasado, activo o pasivo, del señor Rico? Ayudaría a contextualizar su durísimo artículo".

    Pablo Blanco no quiere "polemizar con el autor del texto, al que ampara su libertad de expresión para realizar todas las afirmaciones sin fundamento que estime oportunas, sino resolver una duda sobre el argumento final que emplea para convencer al lector de la maldad de la ley, cuando dice "en mi vida he fumado un solo cigarrillo", pues habiendo comprobado que la afirmación es falsa, "la cuestión es si escribir en la sección de Opinión faculta para intentar una manipulación tan burda".

    Manel Nebot, de la Agencia de Salud Pública de Barcelona, y Esteve Fernández, del Instituto Catalán de Oncología, insisten también en esta cuestión, pues el hecho de ser fumador "contradice su aparente falta de conflictos de interés". "Entiendo que EL PAÍS debiera informar a sus lectores de esa falsedad", escribe Carlos Tarazona.A nadie se le oculta que en el debate sobre los efectos del tabaquismo han jugado un papel muy importante las maniobras de desinformación de quienes más tienen que perder, las empresas tabaqueras. Su principal estrategia ha sido cuestionar la validez de los estudios sobre los efectos nocivos del tabaco. Por eso, en la crispada controversia que suele acompañar las medidas antitabaco, puede entenderse como un refuerzo argumental el hecho de que quien opina esté libre de conflicto de interés, es decir, que no tenga vínculos con la industria tabaquera o que no sea fumador. La condición de "no fumador" daría mayor legitimidad al profesor Rico en su defensa de la libertad de los fumadores. En este sentido interpretaron los lectores la frase final, y en ese sentido la interpreto yo también.

    Pronto comprobé que los lectores tenían razón: el profesor Rico tiene un largo historial de fumador empedernido. ¿Cómo era pues posible que hubiera hecho esa afirmación? ¿Se había producido algún error? No. La frase fue escrita tal cual ha sido publicada. De modo que solo quedaba preguntar al profesor Rico por la razones de esa falsedad. Y esta es su respuesta:

    "Amén de darle al conjunto una nota de color, el post scríptum quiere decir varias de las cosas que literalmente dice, y sobre todo otra no literal, pero obvia: que "Je est un autre" (Rimbaud), la escritura no es la autobiografía y "la verdad es la verdad dígala Agamenón o su porquero" (A. Machado). El P. S. me ha producido la triste satisfacción de comprobar lo que yo diagnosticaba: que la ley es una escuela de malsines. Porque casi todos los que se pronuncian contra mi artículo lo hacen buscando hurgar en mi vida y costumbres, espiando a mis amigos y buscando antecedentes incriminatorios. En mis argumentos apenas se entra. En otro lugar he dado una prueba del escaso rigor científico que a menudo gobierna la campaña antitabaco. Pero nadie roza siquiera mis dos puntos principales: la estolidez ("Falta total de razón y discurso", DRAE) del legislador y la vileza que suponen algunos puntos de la ley, notablemente el veto de fumar a los enfermos hospitalizados y, en especial, terminales".

    Le advierto al profesor Rico que su respuesta es tan críptica que corre el riesgo de que no se le entienda. Es perfectamente consciente: "No quiero añadir nada más. Si usted quiere interpretarla, es muy libre". Lo haré a partir de la conversación telefónica que mantuve con él. Sostiene el profesor Rico que la frase puede tener diversas lecturas, pero incluso para quienes interpreten que asegura no haber fumado nunca, eso no quiere decir que se refiriera a él mismo, autor del artículo. El "yo escritor", afirma, no tiene por qué coincidir con el "yo biográfico". Es decir, que quien escribe el artículo es su personaje y no él mismo y, por tanto, para reforzar su posición, puede afirmar tranquilamente que nunca ha fumado.

    En el ámbito de la literatura, este recurso estilístico ha dado lugar a notables obras literarias. Sus autores transitan deliberadamente entre la realidad y la ficción, hablan en primera persona y trufan relatos aparentemente autobiográficos con datos y acontecimientos reales. En esta "literatura sobre la literatura", el lector no puede discernir qué es realidad y qué es ficción, si los autores hablan de ellos mismos o no, lo cual agranda el misterio y su aureola, pero también comporta ciertos riesgos, como nos advierte el escritor Juan Goytisolo en un artículo titulado Je est un autre.

    Pero si este nuevo género narrativo presenta problemas en la literatura, su aplicación en periodismo puede tener efectos catastróficos. Un artículo de opinión no es una pieza literaria con elementos de ficción, y menos un texto tan político como el del profesor Rico. De modo que lo que en principio parecía un simple error o un problema de expresión, se ha convertido en algo más importante: un asunto de verdad o mentira. Porque al final, lo que se plantea en este caso es hasta qué punto es lícito recurrir a una mentira para defender una verdad. Si el autor de un artículo de opinión puede permitirse faltar a la verdad haciéndose pasar por lo que no es y utilizar esa ficción-mentira como argumento de autoridad, ¿qué crédito podemos dar a la verdad que pretende defender?

    Si el periodismo no se atiene siempre a la verdad, pierde credibilidad, tanto en el género informativo como en el de opinión. Si el profesor Rico quería hacer un ejercicio literario, debería haberse publicado en otra sección y no en la de Opinión. Porque el diario no puede dejar de tomarse en serio cuestiones tan serias como el tabaquismo y sus efectos sobre la salud. Conviene no mezclar literatura y periodismo.

    En fin, queridos lectores, me había propuesto tratar en este artículo diversos temas, pero ya ven por qué vericuetos ha transcurrido. Solo me queda decirles que he continuado recibiendo una gran cantidad de cartas de queja por la portada y el artículo que El País Semanal dedicó a Belén Esteban, que traté en mi artículo anterior (pueden encontrar una muestra de ellas en la página de la Defensora, en ELPAIS.com). Algunos me recriminan no haber sido más contundente en mi crítica al diario. Creía haberlo sido. En todo caso, quede constancia de esta crítica.

    MILAGROS PÉREZ OLIVA
    EL PAÍS 16-01-2011
    http://www.elpais.com/articulo/opinion/impostura/fumador/elpepiopi/20110116elpepiopi_5/Tes
     
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  5. Guevarita

    Guevarita Administrador Miembro del Equipo Moderador

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    Bueno, al parecer Rico pretendía con esa postdata averiguar cuánta gente iba a preocuparse más de si es o no es fumador antes que de rebatir sus argumentos en contra de la ley... y parece que unos cuantos han preferido dedicar más tiempo a investigar sobre sus aficiones o vicios que a replicar el fondo de su artículo. A continuación el artículo de Cercas defendiendo a Rico:


    Rico, al paredón

    Una frase: "Exigimos una campaña legal contra quienes propagan mentiras políticas deliberadas y las diseminan a través de la prensa". ¿Quién escribió eso? Adolf Hitler, en 1920. ¿Qué significa eso? Significa, al menos, que hay que desconfiar de los cruzados contra el embuste, porque el énfasis en la verdad delata casi siempre al mentiroso. En el periodismo también ocurre: nunca faltan los paladines del oficio que tratan de esconder sus mentiras indudables denunciando las falsas mentiras de otros. La argucia suele funcionar. Tanto que ha habido quien, embalado por el éxito de sus anatemas, ha llegado a exigir que incluso lo que se cuenta en las novelas sea verdad; fantástico: dado que, como dice Vargas Llosa, escribir novelas consiste esencialmente en mentir -en mentir con la verdad, claro está, en contar una mentira factual para decir una verdad moral-, exigirle a un novelista que no mienta viene a ser como exigirle a un delantero centro que no meta goles.

    El mejor lugar donde asediar la verdad factual del presente es el periódico. ¿Quiere esto decir que hay que exigir que todo lo que se cuenta en el periódico responde a la verdad de los hechos? A mi juicio, no. Y pongo un ejemplo. Imaginemos que Juan José Millás publica un artículo en el que, impostando la voz de una mujer, cuenta que se despierta de madrugada, va a la cocina a beber un vaso de leche y al abrir la nevera se encuentra dentro a su madre enana, con un cubata de Bacardí en una mano y un porro en la otra. Imaginemos también que ese mismo día recibe Millás una llamada del director del periódico. ¿Cómo estás, Juanjo?, dice el director. Bien, dice Millás. ¿Y usted? No tan bien, dice el director. Acabo de leer tu columna de hoy y no me ha gustado un pelo. No me joda, dice Millás. No te jodo, dice el director. En los periódicos no se cuentan mentiras, Juanjo: ni tú eres una mujer ni tu madre es enana; además, sé de buena tinta que no bebe una gota de alcohol y que ni siquiera fuma Rex, y por supuesto no me creo lo de que te la encontraras metida en la nevera. Mi madre está muerta, gime Millás. ¿Muerta?, vocifera el director. ¡Peor me lo pones! Mira, Juanjo, me estás confundiendo a los lectores: las mentiras las dejas para tus novelas, o para los relatos del verano; en todo lo demás, la verdad y solo la verdad, ¿estamos? Pero, señor director, intenta protestar Millás. No hay pero que valga, lo interrumpe el director. Este es un periódico serio, la tuya es una columna de opinión y ahí no quiero jueguitos con la verdad y la mentira y la realidad y la ficción. Así que como vuelvas a repetir lo de hoy te quito la columna y te meto un paquete que te cagas. ¿Está claro?

    De acuerdo: es un ejemplo extremo; y además un ejemplo inventado. Tomemos entonces un ejemplo real. El pasado 11 de enero, Francisco Rico, filólogo ilustre, publicó en este periódico un artículo contra la nueva ley antitabaco que concluía con el siguiente añadido: "En mi vida he fumado un solo cigarrillo". De inmediato le llovieron cartas de protesta al director. En ellas no se discutían los argumentos de Rico, que son válidos (o no) independientemente de que Rico sea o no fumador (porque la validez de un argumento es independiente de quien lo esgrime); en ellas se denunciaba su impostura: los autores de las cartas habían descubierto que Rico fumaba. Para la defensora del lector, que tomó cartas en el asunto, "lo que se plantea en este caso es hasta qué punto es lícito recurrir a una mentira para defender una verdad". Discrepo: lo que se plantea en este caso es hasta qué punto es lícito gastar una broma en un periódico. Porque, Dios santo, ¿acaso hace falta aclarar que la apostilla de Rico solo puede ser eso, una broma? Rico no es un fumador: es un hombre a un cigarrillo pegado, un tipo que, en sus innumerables clases, conferencias e intervenciones en prensa, radio y televisión, apenas ha aparecido sin un cigarrillo en la mano, o por lo menos jamás ha ocultado su vicio imparable. De modo que denunciar que Rico fuma es como denunciar que los niños no vienen de París. Rico dice que no ha fumado un solo cigarrillo en su vida como podría decirlo Santiago Carrillo o como Rafa Nadal podría decir que no ha cogido una sola raqueta en su vida o como yo, que fui alumno de Rico y llevo muy mal eso de que se metan con él, podría escribir un artículo titulado Rico, al paredón.

    De acuerdo otra vez: el artículo ficticio de Millás y el artículo real de Rico son muy distintos; no obstante, ambos tienen una cosa en común: el humor. Y eso es, me temo, lo que no toleran los cruzados, ya sean los cruzados contra el embuste o los cruzados contra el tabaco, que tantas veces son los mismos. Rabelais los hubiera llamado agélastes, una palabra tomada del griego que significa los que no ríen, los que no tienen sentido del humor, esos individuos que, como recuerda Milan Kundera, "están persuadidos de que la verdad es clara, de que todos los hombres deben pensar lo mismo y de que ellos son exactamente lo que imaginan ser". Pero se dirá que todo esto atañe solo a una parte del periódico, a esas secciones donde, como en las columnas o en los artículos de opinión, son admisibles ciertas licencias, y no al resto, donde lo que debe imperar es la verdad factual; es cierto, pero añado una reflexión a esa certeza. Si aceptamos que la historia es, como dice Raymond Carr, un ensayo de comprensión imaginativa del pasado, quizá debamos aceptar también que el periodismo es un ensayo de comprensión imaginativa del presente. La palabra clave es "imaginativa". La ciencia no es una mera acumulación de datos, sino una interpretación de los datos; del mismo modo, el periodismo no es una mera acumulación de hechos sino una interpretación de los hechos. Y toda interpretación exige imaginación, aunque la imaginación necesaria para interpretar la actual revuelta árabe sea distinta de la necesaria para escribir una columna de Millás: esta equivale a la capacidad de inventar hechos; aquella, a la de relacionarlos. Flaubert sostenía que hay más verdad en una escena de Shakespeare que en todo Michelet; se refería a la verdad literaria, no a la histórica, a la verdad moral, no a la factual, así que no diré que hay más verdad en una columna de Millás que en todo el periódico: solo diré que un periódico está obligado a contar la verdad factual, pero, a menos que se rinda al chantaje de los agélastes, no debería prescindir de contar también la otra verdad, una verdad irónica y emancipada de la tiranía de lo literal. Por lo demás, tampoco niego que algún lector pueda confundir las cosas y creer que Rico no fuma y que la madre de Millás es una enana borracha y porrera, igual que no puedo negar que ha habido perturbados que, después de ver Superman, se han tirado por la ventana convencidos de que volarían; lo que sostengo es que ese es un riesgo que merece la pena correr, y que escribir para agélastes y perturbados es una falta de respeto al lector. Aunque se haga en nombre de la verdad.

    Javier Cercas es escritor.
    EL PAÍS
    http://www.elpais.com/articulo/opinion/Rico/paredon/elpepiopi/20110213elpepiopi_4/Tes
     
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  6. Guevarita

    Guevarita Administrador Miembro del Equipo Moderador

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    Después Arcadi Espada publicó este artículo aprovechando lo escrito por Cercas, y se armó la de Dios. (Me acabo de enterar, que conste).


    Gato al agua


    No podría yo imaginar que después de haber escrito aquí mismo que los escritos y melopeas de Javier Cercas merecen mi atención una vez por década iba a reincidir al cabo de tres semanas. Sin embargo, las circunstancias de su detención y, sobre todo, de la publicidad de su detención, durante la operación policial que ha llevado al acabamiento de una trama de explotación sexual en Arganzuela, me obligan a volver con él.

    Como sucede tantas veces en nuestro periodismo no siempre el grano se separa adecuadamente de la paja. Y el hecho de que Cercas estuviera haciendo uso de una de las casas de Arganzuela la misma madrugada, del pasado domingo, en que irrumpió allí la policía ha acabado mezclando innoblemente su nombre con el de los cabecillas de la red. Parece lógico que la policía condujera a comisaría a los clientes de la llamada, en prosa antigua, casa de tolerancia para verificar su identidad; un trámite que acabó con la inmediata puesta en libertad del escritor, sin cargo alguno y tal vez con la ruborizada sorpresa de algún funcionario. Pero no es ni lógico ni justo ni tolerable que su nombre fuera citado al día siguiente en uno de esos siniestros programas televisivos que se llevan el gato del periodismo al agua, pero sólo para escaldarlo.

    Mis polémicas con Cercas son más o menos conocidas. Hemos debatido dura y briosamente sobre la realidad y la ficción, la literatura y el periodismo, y también sobre la vanidad humana. Este pasado domingo el diario El País, aún ignorante de su detención (cabe esperar, por cierto, que no se repita con Cercas el bochornoso asunto Vigalondo) publicaba un artículo donde, en cierto modo, el escritor volvía a las andadas. Quién sabe si yo, forzando mi dieta (recuerden, uno por década) habría contestado a ese artículo en la forma y manera que me hubiesen parecido adecuadas. Pero, obviamente, los sucesos de Arganzuela se imponen con la cruda luz de los hechos y aplazan cualquier reanudación de la polémica. Es por completo miserable que alguien haya querido mezclar a Cercas con el tráfico de personas; y hablo perfectamente en serio y no quiero que nadie vea, ni ensartada, mi punta polémica sobre sus manejos con personas y personajes. Cercas podrá ser cualquier cosa, de hecho lo es; pero jamás un malvado. Que hayan arrastrado su nombre por auténticos lupanares, que no son desde luego los de Arganzuela, me llena de de espanto y desprecio. Sobre todo, porque el caso no refleja más que nuestra identidad de inofensivos soldados, al fin y al cabo sólo interesados en las maniobras de la retórica, el estilo y la verdad.

    Vaya desde aquí mi fraternal abrazo a la víctima Cercas y mi deseo de que se recupere pronto del mal trago infame. Aquí le espero, seguro de que volverá sabio y recrecido a la lucha.

    15-Febrero-2011

    http://www.arcadiespada.es/2011/02/15/15-de-febrero-2/
     
  7. Guevarita

    Guevarita Administrador Miembro del Equipo Moderador

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    Y aquí el resumen de todo.
    La verdad es que me estoy partiendo de risa con el tema :D :D :D :D
    La morriña será :D


    Arcadi Espada lanza el bulo de que Cercas fue detenido en un prostíbulo


    El periodista Arcadi Espada publicó ayer en el diario El Mundo una columna en la que difundía la falsa noticia de que el escritor Javier Cercas había sido detenido en el barrio madrileño de Arganzuela durante una redada contra una red de prostitución la semana pasada. La noticia circuló rápidamente por Internet y se convirtió en objeto de comentarios. El origen era un invento total. "Ni he estado nunca en Arganzuela ni me ha detenido la policía ni tengo nada que ver con eso. Es falso. No doy crédito. Esto no es humor, es una calumnia", protestó un "abrumado" Cercas en conversación con EL PAÍS.

    La columna de Espada, ubicada en un espacio de opinión, daba detalles que no permitían adivinar que todo era un bulo. Hacía referencia a una operación policial que efectivamente existió -fueron detenidas 28 personas-, y sugería falsamente que la implicación de Cercas había sido publicitada por una cadena de televisión.

    Arcadi Espada y Javier Cercas han mantenido -entre otras- una polémica pública a cuenta del uso de la ficción en el periodismo. Espada ya atacó en su día a Cercas por introducir elementos no reales en su novela Soldados de Salamina. Y, el pasado domingo, Cercas publicó una tribuna en este diario en el que defendía que, en ciertas ocasiones, el periódico pueda albergar artículos en los que "no todo lo que se cuenta responde a la verdad de los hechos". Lo hacía después de que el filólogo Francisco Rico utilizara ese recurso en otro artículo de opinión, donde atacaba la Ley del Tabaco y advertía que él no había fumado nunca, cuando en realidad es conocido que sí fuma y mucho.

    Arcadi Espada se negó ayer, a preguntas de este diario, a precisar si lo que escribió en El Mundo pretendía ser ficción o realidad. "Mi columna está inspirada en la certeza de que Javier Cercas tiene razón desde hace años. Y el domingo pasado, en la tribuna que escribió en EL PAÍS, volvía a tener razón. Yo me he dado cuenta ahora, quizá tarde. Mi columna es un acto de contrición por mi parte", afirmó con mal disimulada ironía. Tras saber que Cercas se consideraba calumniado, añadió: "La figura de la calumnia está en manos de los jueces. Él tiene abiertas las puertas de los juzgados".

    Algo que el autor de Anatomía de un instante no descarta. "Estoy estudiando ir a los tribunales o hacer un pronunciamiento público", adelantó Cercas. "Desisto de dialogar con Espada. Con él es imposible el diálogo. Es un fanático, un talibán. ¿Cuánto odio es necesario para que alguien quiera cargarse tu reputación ante tu familia y tus amigos? Me da pánico".

    En su tribuna del pasado domingo, Cercas defendía lo que había hecho Francisco Rico -asegurar en el periódico que no fumaba, dando así más fuerza a sus argumentos contra la Ley Antitabaco, a pesar de que sí fuma- con esta reflexión: "Si aceptamos que la historia es, como dice Raymond Carr, un ensayo de comprensión imaginativa del pasado, quizá debamos aceptar también que el periodismo es un ensayo de comprensión imaginativa del presente. La palabra clave es 'imaginativa'. La ciencia no es una mera acumulación de datos, sino una interpretación de los datos; del mismo modo, el periodismo no es una mera acumulación de hechos sino una interpretación de los hechos. Y toda interpretación exige imaginación".

    Cercas sabe que el ataque de Espada es una respuesta a ese artículo, pero sostiene que nada tiene que ver una cosa con la otra: "No solo no me replanteo lo que dije sino que me reafirmo. Lo de Rico era un chiste evidente y no hacía daño a nadie ni afectaba a sus argumentos. Esto es una calumnia. Si no somos capaces de ver la diferencia, yo me retiro. Yo siempre defenderé el derecho a la ironía, al humor. Si no podemos usar el humor, estamos sometidos a la tiranía de lo literal. Pero esto es una calumnia".

    16-Febrero-2011

    http://www.elpais.com/articulo/cult.../prostibulo/elpepicul/20110216elpepicul_6/Tes
     
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  8. Octavio García Peñalver

    Octavio García Peñalver Salomón

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    Gracias por transcribir los artículos de opinión, así se comprende mejor la polémica que ha suscitado Francisco Rico. Saludos
     
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  9. Pablo Javier Sevilla

    Pablo Javier Sevilla Aprendiz

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    Gracias Guevarita, asi se entiende y diria, se disfruta esta polemica...
     
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  10. santiago_madrid

    santiago_madrid Belicoso

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  11. olisiponense

    olisiponense Gran Maestro

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    Hola.

    Puede resultar mas o menos divertido leer las bromas e intercambios de artículos que se gastan entre estos escritores. Diera la sensación que escriben para ellos mismos, ante unos lectores en segundo plano que protestan a una diligente defensora del lector, que a su vez recuerda a todos las reglas del juego. Todo esto vestido con traje de diseño muy cultural y erudito.

    Pero el resumen, el que nos concierne, sigue siendo el mismo: Dictadura 1 - Libertad 0.

    Pamplinas.

    Saludos,
     
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